Faedo de Ciñera

Gratis en la app

Datos básicos

5.2 Km
Muy baja
1.5 h
Ida y vuelta
recomendada para niños

Descripción del recorrido

Situado en las proximidades de Ciñera de Gordón, y enmarcado en la reserva de la biosfera del Alto Bernesga, se encuentra el conocido como “Faedo”, un pequeño hayedo, que, a pesar de su tamaño, encierra gratas sorpresas para el visitante.

Entre sus méritos, destacan un emblemática haya, llamada “Fagus”, y que según los expertos es el haya de mayor edad de toda la península ibérica, (500 años en 2008). Además, este pequeño bosque, recibió de manos del Ministerio de Medio Ambiente, el título de "Bosque mejor cuidado de España" en el año 2007.

Se trata de un recorrido de fácil andadura y apto para realizar con niños.

Ciñera – Bocamina

La ruta da comienzo en la propia localidad de Ciñera de Gordón, dónde conviene dejar el vehículo.

El sendero discurre fácil paralelo al arroyo “de Ciñera” o “de Villar”, con muy poca pendiente durante casi todo el paseo.

Superado el cementerio, y unas naves ganaderas, discurre un tramo con praderías a ambos lados. Desde aquí podemos fijarnos en el contraste existente entre ambas laderas: a nuestra izquierda, que es la ladera orientada al sur, destacan escarpadas paredes calizas salpicadas de encinas, mientras que la de enfrente, con orientación norte, da cobijo al hayedo.

Llegamos, tras cruzar un primer puente, a una zona abierta donde existe un pozo minero cerrado.

Bocamina – Área recreativa

Pasamos enseguida una vieja construcción, y giramos hacia la izquierda, al encuentro del río, que superaremos gracias a un puente de piedra, que nos dará acceso a través de un angosto paso rocoso hacia las praderas previas al hayedo.

Se abre entonces la zona, pudiendo elegir ahora el recorrido, bien por el camino que ya llevamos, que irá sin cambios hacia el hayedo, o bien bajando hacia el arroyo, hacia el merendero, cruzando primero una pequeña pasarela de madera, y después otra, para abandonar la zona unos metros más adelante. Esta área inferior es una campa abierta, atravesada por el arroyo, y bien equipada con bancos y mesas.

Ambos caminos convergen al final de las campas, donde la cartelería informativa de la ruta da paso, a través de un curioso puente metálico construido con piezas propias de la actividad minera pasada, al Faedo propiamente dicho. El camino se sumerge entonces completamente en una bóveda de frondosas hayas, una alfombra de hojas doradas, musgo verde cubriendo las rocas y los troncos, y escarpadas laderas que confluyen en un arroyo de cuento.

Área recreativa – Faedo
Visitar este bosque, es sin duda recomendable en la estación reina de los hayedos: el otoño, pero en el resto del año tiene también su encanto propio.

El camino entre los árboles ha de realizarse por la pasarela de madera habilitada, para evitar alterar las propiedades del suelo y la vegetación del entorno.

A pocos metros del comienzo de la senda marcada, y al pie mismo del río, se encuentra señalado “Fagus”, la gran haya que vela por la calma del bosque desde hace más de 5 siglos.
El siguiente tramo de pasarela discurre bajo la protección de los árboles y serpentea remontando el arroyo y su rosario de pequeñas pozas y saltos.

Faedo – Hoces del Villar

El camino prosigue hasta que, superando el bosque, un último puente nos dirige hacia un angosto paso: La Hoces del Villar. Superaremos esta zona gracias a los escalones rocosos, los pasamanos de cadenas y la espectacular pasarela que sobrevuela el pequeño arroyo.

Al pie de este puente un pequeño caño que parece salir de la roca misma nos permitirá refrescarnos, mientras, con suerte, escuchamos el “kiá” de las águilas culebreras sobre nosotros.

Superado este estrecho paso, el camino se bifurca. En el lado izquierdo del río podemos descansar sentándonos en la orilla y disfrutando del relajante sonido de los pequeños saltos que salpican el tramo. El lado derecho, sin embargo, asciende y se complica, conduciendo hacia una alternativa de camino que enlaza con el pueblo del Villar, pero que no será objeto de nuestro paseo, que debemos finalizar desandado nuestros pasos.

Casi en cualquier época del año, apurando la tarde para volver, la luz se filtra dorada y, antes de salir del bosque, exige detenerse un instante para grabar bien la imagen en la memoria. Este efecto es especialmente intenso en otoño, por el manto de hojas ocres, y el reflejo entre las piedras del río.